Antonio Ortega: en la trinchera de
las ideas
JESÚS MELLA
Charla-conferencia
Ateneo Obrero de Gijón
Centenario de Antonio Ortega
Lunes, 17 de noviembre de 2003
19,30 horas
[ A José Antonio Mases ]
Antonio
Ortega y Fernández de la Granda, nacido en Gijón el día 13 de noviembre de
1903, hace ahora cien años, es probablemente uno de los mejores cuentistas
asturianos y, sin embargo, sigue ignorantemente despachado en la trastienda de
nuestra literatura, aunque razones objetivas hay para explicar esta
circunstancia.
Es
por tanto loable que, coincidiendo con el centenario de su natalicio, se haya
reeditado por Llibros del Pexe su
novela inclasificable -por
original- Ready, presentada el viernes pasado en este Ateneo Obrero (14 de
noviembre de 2003). También un proyecto que se creía malogrado parece que en
fechas próximas llegará a buen puerto: una compilación de once relatos cortos
escritos por Ortega exclusivamente en tierras americanas que, con el título de Chino olvidado y otros cuentos,
publicará la editora sevillana Renacimiento
en su colección Biblioteca del exilio.
Debo reconocer que su obra narrativa menor, publicada hasta ahora, es corta y
desconocida; por eso, una antología cuidada de sus cuentos, como la que se
anuncia y pronto aparecerá en las librerías, sorprenderá a muchos y dará a
conocer un narrador de primera fila. Leerla será el primer paso serio para
recuperarlo de un injusto olvido literario.
No
pretendo ahondar, en este momento, en la mala suerte literaria de Ortega,
considerado autor de preguerra por su anclado estilo irrenunciable y su
presunto rechazo a modelos estéticos que los nuevos tiempos aportaron, opinión discutible que no compartimos. Hasta
hace poco, el pequeño pero loable y meritorio interés biográfico por Ortega se
ha ceñido estrictamente a su faceta de autor de cuentos y a ciertas anécdotas
vitales más o menos llamativas, pero se ha prestado poca atención a otras
circunstancias que son las que precisamente quisiera poner de relieve hoy, mas
bien bosquejar.
Me
detendré, en concreto, en determinados aspectos de su trayectoria poco
conocidos: la tarea como profesor; y la entrada en la actividad política y su
madurez en ella, al asumir, en plena Guerra Civil, nada menos que con 32 años,
la Secretaría General del Consejo Interprovincial de Asturias y León juntamente
con la Consejería de Propaganda del citado Consejo. Responsabilidad, esta
última, a la que me referiré con algún detalle, pues manifestó y exteriorizó un
aceptable dinamismo.
* * *
Hijo
de un madrileño, que fue médico de la Fábrica
de Mieres, y de una señorita de
Pola de Lena, perteneciente a los Álvarez-Buylla, estudió el Bachillerato en el
instituto Jovellanos de su ciudad natal y la licenciatura en Ciencias Químicas
en Oviedo, doctorándose en la Universidad Central de Madrid, donde fue alumno de la Facultad de Ciencias (1923-1924).
Su
vocación de escritor nació siendo todavía estudiante y la pasión por la
literatura -no obstante su formación de
carácter científico- es más que seguro
empezase al frecuentar la biblioteca de este Ateneo Casino Obrero de Gijón, del
que su padre llegó a ser Presidente en 1917, año también de su fallecimiento. Y
así, a partir de 1924, empieza a colaborar con cierta asiduidad en la prensa
asturiana. También la revista madrileña Buen
Humor publicará sus primeros cuentos, con el pseudónimo de Antonio Isaac según propia confidencia.
Otros cuentos y narraciones cortas verán la luz en diferentes revistas de la
capital: Nuevo Mundo, Blanco y Negro y en las páginas
literarias de El Imparcial.
Son
años de aprendizaje, pero no primerizos, pues lo cierto es que ya mostraba
cierta maestría en las formas y en el estilo, al aliar claridad expositiva
tradicional y cierta modernidad vanguardista. Con tales pertrechos obtendrá el
primer premio –votación de autores- en el concurso de cuentos de Los Lunes de El Imparcial de 1927, con la
excelente narración Apolinar González,
y cuyo jurado calificador lo formaban: Pérez de Ayala, Hurtado, Astrana Marín,
Francos Rodríguez y Gil Fillol. El cuento fue publicado el 10 de julio de aquel
mismo año.
Joaquín Gómez de Llarena Pou (1891-1979) |
Por
oposición obtiene una cátedra de instituto en 1930, a los 26 años, e ingresa en
el escalafón el 25 de marzo, siendo aun simplemente licenciado. El primer
destino como numerario fue Tortosa (Tarragona), donde ocupó -desde abril- la cátedra de
Agricultura y Técnica Agrícola e Industrial y Terminología Científica,
Industrial y Artística. Tales eran las nominaciones. En las actas de claustro
del hoy llamado I.E.S. Joaquín Bau -heredero de aquel instalado en 1928 en un
antiguo Seminario- sólo aparece como asistente a las reuniones de los meses de mayo y junio de 1930, y ya no figura en las
de octubre de ese año. Estuvo, pues, de marzo a agosto de 1930 en tal destino.
A través de la lectura de dichas actas se sabe que fue nombrado por el delegado regio miembro de tribunal de
exámenes y secretario interino del instituto
-a raíz de la dimisión del titular-
durante un breve tiempo, pues en junio ya se había nombrado a otro de
forma poco elegante, motivo por el cual Ortega denuncia el procedimiento al
haberse actuado al margen del claustro de profesores. Postura de rebeldía
justificada que es compartida por parte del profesorado.
Compañeros de A. Ortega en el Instituto de Tortosa (1930) |
Debió
dejar buena impresión en la zona, al menos eso se desprende de alguna carta que
conservamos a él dirigida, dos años más tarde, por el catedrático de
Agricultura del instituto nacional de Tarragona Bartolomé Darder Pericás,
eminente geólogo y zahorí.
En
agosto de 1930 pasó por traslado al instituto nacional de segunda enseñanza de
Oviedo, en la quinta Roel, donde
impartirá la misma asignatura de Agricultura en el bachillerato, llamado
entonces universitario. Su sueldo
será de 8.000 pesetas anuales. A su llegada figura como director del Instituto
ovetense el catedrático de Física y Química Leonardo Camarasa y como bibliotecario
del centro Acisclo Muñiz Vigo, que lo era de Geografía e Historia.
Allí
ejerció una gran labor durante seis años y, según ha quedado recogido, lo mismo
“exponía a los alumnos las funciones de reproducción de los lamelibranquios o les
hablaba acerca de la determinación del pH
en las tierras de cultivo”. Imborrablemente quedarán en el recuerdo de alguno
de sus alumnos de entonces quince conferencias sobre “Ecología” destinadas a
sexto año de bachiller.
Al
mismo tiempo que desarrolla la docencia en el Alfonso II se le encargan conferencias destinadas a los maestros cursillistas. En tal sentido, impartió
en el año de 1932 cinco charlas en la Universidad de Oviedo relativas a temas
biológicos enmarcados en una unidad sobre “La vida y la muerte”. En 1933
pronunció tres conferencias sobre “Patología vegetal” en la Escuela Normal de
Oviedo, y al año siguiente dos conferencias en el instituto de Oviedo a los
maestros cursillistas de 1934 con el
título de “Control biológico de las plagas”.
Instituto de Segunda Enseñanza de Oviedo (Octubre 1934) |
Los
sucesos de 1934 afectaron de lleno al edificio escolar y a Antonio Ortega, que
se vio envuelto en alguna que otra tensa situación -la propuesta de expulsión de un alumno por
reparto de propaganda política fue la espoleta-
motivada por su compromiso político con la izquierda republicana, en un
momento que ello solía traer serias consecuencias. Aunque a decir verdad, el
director del instituto, Camarasa, era correligionario político y solía ponerse
de su lado. Ha de decirse, por cierto, que Ortega nunca estuvo sometido a
expediente disciplinario mientras ejerció la docencia.
Instalados
luego en las escuelas de la calle de General Elorza (Oviedo), es fácilmente adivinable
la tirantez del ambiente claustral en aquellas jornadas. En la plantilla
docente figuraban, como exponentes de dos bandos opuestos, Antonio Ortega por
un lado y, por otro, el catedrático de Latín Juan Francisco Yela Utrilla, uno
de los fundadores de Falange Española
en Asturias. Y subrayo esto, porque Ortega compaginaba su militancia en el
republicanismo con la actividad sindical en la Asociación de Trabajadores de la
Enseñanza (ATEA) vinculada a la UGT. Se había afiliado a dicho sindicato
en febrero de 1931, es decir, antes de
la llegada de la República. Además, había sido director de Avance, como veremos.
En
ese mismo año crucial de 1931 gana un acreditado concurso de novela corta para
autores noveles con su cuento Yemas de
coco, convocado por la revista madrileña Nuevo Mundo, vinculada a la empresa Prensa Gráfica. Se falla el 29
de julio, en plena euforia republicana. El jurado calificador lo forman en esta
ocasión: Alfonso Hernández Catá, José Francés, Cristóbal de Castro, Alberto
Insúa y Eduardo Marquina. La obra se
publicó por entregas en cuatro números diferentes de dicha revista, con
ilustraciones de Emilio Ferrer.
En entrevista que le hace dicha publicación con tal motivo, aparte de aportarnos algunos datos biográficos con desenvoltura e ingenuidad, Ortega nos da cuenta veladamente y con desparpajo irónico -a pesar de su carácter distante aunque amable siempre- de su éxito con las mujeres y de tener como inspiración o referente de belleza a Greta Garbo. Y algo de cierto debe haber en ello, ya que alguna carta hemos visto remitida por esas mismas fechas desde la Escuela Normal de Lérida -no muy distante de Tortosa por cierto- en la que cierta joven dama le escribía y le decía textualmente:
“Leí en Nuevo Mundo su personalidad, y, aunque algo más encumbrada que la
de mi humilde persona, he sentido tal inclinación por su manera de expresarse
que me he atrevido a escribirle, pidiéndole que sea mi profesor de redacción.
Le anticipa las gracias la que espera ese favor”.
Señala
Antonio L. Oliveros, en su insuperable Asturias
en el resurgimiento español (1935), que al implantarse la Segunda República
no tuvo ésta en Asturias otros defensores sinceros que El Noroeste, diario que él dirigía, y pequeños grupos de intelectuales
de diferentes matices partidistas, y precisa:
“Entre estos intelectuales se
contaba con el joven catedrático del Instituto de Oviedo Antonio Ortega (…)
Ortega pertenece a la juventud gijonesa, con Mario de la Viña, el médico
Gonzalo Fernández Jardón, Dionisio Morán Cifuentes y otros, que se enaltece con
una brillante aportación a las letras. En El
Noroeste se han publicado trabajos literarios de Ortega de positivo
mérito”.
No
es por tanto tan sorprendente que en 1932 fuese nombrado director del diario
socialista ovetense Avance –órgano de
la U.G.T. y heredero de La Aurora Social- ya que el dirigente
minero Amador Fernández -inspirador del
nuevo periódico- lo concibe, en aquel
instante, como un órgano de expresión de amplio espectro dentro de la izquierda
asturiana, incluyendo a los seguidores y militantes de las organizaciones
republicanas pequeño-burguesas, y no como un simple portavoz del movimiento
obrero socialista. Se pretendía, sin duda, ganar lectores e influencia para así
hacer sombra al diario melquiadista
gijonés El Noroeste, que tenía gran
predicamento en las comarcas mineras y en el mundo del trabajo. Pero la
dirección de Avance por Ortega duró
solo unos meses. Al respecto, Antonio L. Oliveros, en sus apuntes históricos y
biográficos de 1935, apostillará sabiamente:
“El joven catedrático, hombre de
ideales republicanos, pudo convencerse en ese breve tiempo de que el socialismo
asturiano no era internamente todo lo ampliamente espiritual que pretendía
aparecer externamente que era.”
Fue
Ortega un intelectual situado a medio camino del sabio recluido en su torre y
del militante zambullido en la realidad cotidiana. Colaborador habitual en la
prensa, su estilo nunca fue el de los grandes temas, escribía sobre las cosas
sencillas ambientadas en muchas ocasiones en Asturias y siempre con un toque de
humor. Personaje de horizonte ilimitado, compaginará la docencia, el
periodismo, la política y, cuando puede, la literatura.
* * *
De
ideas avanzadas e inquietudes liberales, entra en política como vocal del Centro Republicano de Oviedo,
afiliándose luego y desde el primer momento al Partido Republicano Radical Socialista, fundado en 1929 por Álvaro
de Albornoz y Marcelino Domingo.
En
aquellos momentos era la fuerza republicana burguesa más importante en la
región asturiana. Para corroborar lo que decimos basta con citar los nombres de
las personalidades más destacadas: Luis Ochoa de Albornoz, Carlos Martínez,
José Maldonado, el periodista José Díaz Fernández, Leopoldo Alas Argüelles
–hijo de Clarín y con el que Ortega
mantenía ciertos lazos de parentesco- y
el propio Álvaro de Albornoz.
Ortega
asumirá la presidencia de la Juventud
Republicana en 1930 y 1931, siendo durante este año y 1932 el delegado de
Oviedo del Partido Republicano Radical
Socialista en el Consejo Provincial de tal formación política.
El
partido entro en crisis a nivel nacional por diversas razones de estrategia y
otras de índole personal, motivando escisiones y abandonos, lo que provocó el
descalabro en las elecciones generales de 1933 de la coalición llamada Unión de Izquierdas Republicanas, que
estaba formada en nuestra región por una autodenominada Agrupación Autónoma Radical-Socialista de Asturias y Acción Republicana.
Ingresa
luego Ortega en Izquierda Republicana,
partido que nace en abril de 1934 al fusionarse diversos partidos de la
burguesía izquierdista española: entre otros, el Partido Radical-Socialista de Marcelino Domingo, la O.R.G.A y Acción Republicana de Azaña, dirigente que liderará la nueva
formación a nivel nacional y de la que Ortega será su secretario general de
Oviedo durante 1935 y 1936, año en que será elegido vicepresidente de su
Consejo Provincial. Dicha formación, como todos sabemos, será uno de los
pilares del Frente Popular, triunfador en las últimas elecciones del período
republicano.
Era
Izquierda Republicana un partido
aglutinador de otras formaciones menores afines, de carácter “jacobino
reformista”, que pregonaba una defensa a ultranza de las libertades
individuales y sociales, un radical laicismo de claros tintes anticlericales,
una enseñanza pública y neutra, una reforma agraria efectiva, la participación
de los trabajadores en los beneficios de la empresa- aunque no en su control o gestión- y una moderada autonomía para las regiones de
España.
En
febrero de 1936, Izquierda Republicana
obtuvo unos resultados satisfactorios
-con 80 diputados se consolidó como la segunda fuerza de las Cortes,
tras el PSOE- que posibilitaron la elección como diputados
nacionales de Ángel Cabal, Félix Fernández Vega, Luis Laredo y José Maldonado,
gran amigo de Ortega.
En
la primavera convulsa de 1936 participó en diversas tareas relacionadas -a la vez- con su condición de catedrático
del instituto de Oviedo y la militancia política. Simplemente, a modo de
muestra, señalaremos que dio una conferencia sobre “Plagas” en la sede social
de Izquierda Republicana de Oviedo, y
que en junio lo vemos anunciado en la prensa de la época como conferenciante en
las actividades iniciales del denominado Secretariado Técnico de Primera
Enseñanza -inspirado por el Comité de su
partido en Oviedo- con una charla sobre
“El niño”, tema muy de su gusto.
Poco
después, en vísperas de la guerra, obtuvo el segundo premio de otro concurso
literario convocado por el semanario Blanco
y Negro -la revista de Prensa
Española- por la novela corta titulada Siete cartas a un hombre, que fue
publicada por la revista al poco tiempo, con ilustraciones de Santiago Regidor.
El jurado que le otorgó tal honor estaba formado por José María Salaverría,
Blanca de los Ríos, Juan Aguilar Catena, Manuel Bueno y el historiador Melchor
Fernández Almagro. A lo que parece, Ortega fue siempre un escritor laureado en
este tipo de certámenes.
* * *
El
estallido de la guerra le sorprende en Oviedo y, dado su compromiso político,
se traslada del Oviedo rebelde al
Gijón revolucionario para ponerse al
servicio del partido y proteger su vida. Su vivienda en la capital, mientras
tanto, será asaltada y la biblioteca personal desvalijada.
En
Gijón vivía su viuda madre, Rosa Fernández de la Granda y Álvarez-Buylla,
domiciliada en la calle Casimiro Velasco, número 23. Él, en cambio, se instalará en la calle de Cabrales, número
24.
Políticamente
hablando, en esos momentos ostenta –como
hemos dicho- la vicepresidencia del
Consejo Provincial de Izquierda
Republicana en Asturias, formación de la que era presidente Carlos Martínez
y secretario accidental Federico Fernández Álvarez, que circunstancialmente
estaba domiciliado en Gijón. Poco después Ortega pasa a ocupar la presidencia.
Ortega desarrollará a partir de entonces una notable labor en el intento de reorganizar su maltrecho y disgregado partido, tanto a nivel de las agrupaciones locales como a nivel provincial. También se significa con entusiasmo en la organización de las denominadas Milicias I.R.A. (Izquierda Republicana de Asturias) y en otras misiones delicadas que le encarga su formación política.
Izquierda Republicana contaba en el “Gijón de guerra” con
pocos militantes, pero cualitativamente importantes e influyentes: Justo Casero
era director del Banco de España, Bonmatí presidía la Audiencia Provincial,
Matías Conde era secretario general de Comercio, Antonio Mora un médico de
prestigio; y magistrados eran: Manuel García Vidal, Juan Lavandera y Luis Ochoa
de Albornoz. Otros significados correligionarios ocupaban algún que otro puesto
de menor rango en la política del momento, y responsabilidades en la Junta
Municipal de su formación en Gijón o en el Comité Ejecutivo Provincial de su
partido político, que por obvias circunstancias se había emplazado en Gijón, al
igual que sucedía con algunos destacados afiliados que temporalmente se habían
instalado en la villa gijonesa, como es el caso de David Arias.
Aunque
Ortega “hereda” alguna que otra responsabilidad menor contraída con
anterioridad al 18 de julio, como por ejemplo la representación del Ministerio
de Instrucción Pública en la Junta Provincial de Beneficencia de Oviedo,
podemos señalar que su primer cargo político en el Gijón “en guerra”, con 32
años, es de asesor de la Dirección General de Instrucción Pública en el Comité
Provincial del Frente Popular de Asturias, área que dirige Manuel Suárez
Vázquez, de las Juventudes Socialistas.
Dato
poco conocido, también, es que el día 15 de octubre y en base a las nuevas
disposiciones legales solicita ser readmitido en su empleo docente, hecho que
se demorará meses y que vendrá propiciado por la circunstancia de la escasez de
profesorado en Gijón. Es además, en esos instantes, miembro de la Comisión
Ejecutiva provincial de la Sección de
Enseñanza Media y Superior de Asturias, sindicato que nacerá diez días
antes y que va a funcionar encuadrado en la UGT
y dentro de la ATEA. Ortega resultará
elegido, poco después, vicepresidente de la citada Sección. Como podemos ver, se multiplican las organizaciones
sociales y partidistas a la par que Ortega los cargos.
* * *
Como
quiera que Izquierda Republicana
participó a nivel nacional en todos los gobiernos del Frente Popular –con Azaña
a la cabeza de la más alta magistratura en casi todo el período bélico-, al
estallar la guerra tales alianzas se trasladaron a nuestra región, y así, Izquierda Republicana formó parte
simbólicamente del Comité de Guerra creado en Gijón desde un primer momento
–con Alberto Lera en Vivienda y Policarpo Menéndez en Aviación-; luego del Comité Provincial del Frente Popular -septiembre de 1936- con la inclusión de Joaquín F. Paredes en
la Dirección General de Sanidad y José
San Martín en Obras Públicas; y tiempo después, como consecuencia de la
profunda crisis política de diciembre de 1936 y consiguiente remodelación, aportó
dos representantes al Consejo Interprovincial de Asturias y León presidido por
Belarmino Tomás: el abogado y profesor tinetense José Maldonado González, como
Consejero de Obras Públicas, y Antonio Ortega, como Consejero de
Propaganda -de “Agit-Prop” en el argot
del momento- a la vez que Secretario
General del citado Consejo. Ocupará los cargos, por tanto, durante 10 meses:
desde el día 25 de diciembre de 1936 hasta el día 20 de octubre de 1937.
En
dicha crisis, Izquierda Republicana,
a pesar de carecer de una influyente prensa propia y representar a una minoría burguesa, se pronuncia tajantemente por
una sustitución del ansioso consejero de Guerra
-el comunista Juan Ambou Bernat, causante real del conflicto- proponiendo en su lugar a un técnico militar
que asegure la unidad de mando y aconseja, igualmente, que se evite que la
política partidista y sectaria se infiltre en los frentes, coincidiendo así con
los planteamientos de la C.N.T. Además,
propondrá que los partidos y las organizaciones sindicales designen a quienes
reúnan capacidad y competencia para ser miembros del Consejo y no a
mediocridades. Por lo visto, sus propuestas tuvieron relativamente éxito, ya
que Ortega y Maldonado salieron ministrinos.
* * *
Al
consejero Ortega le aguardaba una tarea abrumadora de ejecución inaplazable. Se
le encomendaba la importantísima tarea de la propaganda, verdadera arma de
combate, y el aparente control de la información y las consignas en los medios.
Hasta la fecha se había descuidado incomprensiblemente tan importante
actividad, y para acometerla Ortega procedió sin demora a elaborar su propio
programa. Va a dirigir pues, a partir
de enero de 1937, un singular ejército
de papel.
Aparte
del propio consejero, en principio formaron parte del personal fijo del
Departamento de Propaganda: Joaquín Álvarez de la Roza, como secretario; el
estudiante de Filosofía Luis Álvarez Piñer como secretario de Prensa y
Literatura; Manuel Antonio Pinilla Gutiérrez, nacido en Cuba y jefe de
oficinas; Horacio Laca Ruiz, de tan sólo 19 años y redactor de Radio P.F.P.;
Alfredo García González; el chofer y mecánico José María Cueto Rodríguez; Amaro
Alonso Iglesias, que contaba con 66 años y era el conserje; José Antonio
Martínez, operador de cine; y Juan Busquets, fotógrafo. Los dos últimos serían
movilizados al frente bélico en fecha temprana. Pasado el tiempo fueron adscritos al servicio de información de guerra
de la Consejería: el langreano Ovidio Gondi y el gijonés Juan Manuel Vega Pico.
El Departamento contó también, durante el transcurso de la contienda, con otros
colaborares, entre los que destacamos al joven artista Germán Horacio Robles.
Reconstruir
satisfactoriamente la labor del Departamento de Propaganda es ya imposible,
aunque se puede acercar uno a su tarea a través de la lectura de los escasos
documentos que obran en archivos históricos y de la prensa de la época. Y es
imposible porque según el informe-comunicado fechado en Valencia el día 29 de
octubre de 1937 y avalado por el ministro de Defensa Indalecio Prieto –basado en datos del coronel Prada y del
teniente coronel de la Guardia Civil Francisco Buzón Llanes- las actas del Consejo de Asturias y León
fueron tiradas al mar en la madrugada del día 20 de octubre de 1937 juntamente
“con todo el material del Departamento de Propaganda” por el capitán José Caparrós
al ser apresado temporalmente el vapor inglés Stangrove por los bous sediciosos,
cuando llevaba rumbo a Burdeos con tal documentación a bordo. Así lo recoge
Ramón Álvarez Palomo -consejero de Pesca
durante la guerra y fallecido el viernes pasado, día 14 de noviembre de
2003- en su obra Rebelión militar y revolución en Asturias (1995). Interceptación
resuelta por la intervención providencial del crucero británico Southampton, pero que no impidió que
como precaución ante lo irremediable se obrara en consecuencia. El vapor llegó
dos días después a Le Verdón (Francia) con las famosas cajas de joyas sacadas
de Asturias.
* * *
Pese
a ello, sabemos que el primer presupuesto ordinario del Consejo, dividido
por Departamentos, le asignó
trimestralmente 500.000 pesetas. Más conocido es el dato de que las oficinas de
la Consejería de Propaganda se instalaron en el número 8 de la gijonesa calle
de Álvarez Garaya.
Manifestación a favor de la República en la Plaza Mayor de Gijón (Foto C. Suárez, MPA-Ayuntamiento de Gijón) |
El
Departamento -o Consejería- publicó boletines y notas informativas, atendió a la propaganda conjunta con la
intención de acercar a los partidos y organizaciones que conformaban el Frente
Popular, y estimuló las tareas culturales: concursos literarios, veladas
cinematográficas y un sinfín de diferentes actividades artísticas. Tareas que, es
preciso señalar, ya se venían celebrando en Gijón desde dos meses después del
estallido de la guerra y de las que se encargaba el denominado Control de
Espectáculos Públicos. Uno de dichos actos fue, por ejemplo, el popular
homenaje a Jovellanos celebrado en noviembre de 1936. Sin duda, todos estos
eventos tenían el objetivo de proporcionar a los gijoneses los placeres
espirituales para sobrellevar la guerra y animar la moral pública.
Como
se ha indicado, la Consejería dirigida por Ortega diseñó un ambicioso plan a
principios del año 1937. Según Ramón Álvarez Palomo, la primera actividad
pública del Departamento de Propaganda fue la organización el día 15 de enero
de un gran mitin del Frente Popular de Asturias, celebrado en el teatro Dindurra y retransmitido por Radio
Emisora Gijón.
El
plan de Ortega tenía como prioridad la
instalación de una emisora de onda corta en los locales de la Consejería para
hacer llegar sus noticias más allá de los Pirineos -en diversos idiomas- y así contrarrestar la propaganda rebelde.
También se proponía la realización de programas de divulgación literaria “como
demostración de que la intelectualidad de vanguardia lucha a nuestro lado”. En
onda media se apuntaban conferencias breves de orientación dirigidas a la
retaguardia, consejos al miliciano, conferencias técnicas a los campesinos e
información del Frente Popular en general. Era además propósito de Antonio
Ortega organizar conjuntamente con la Consejería de Comunicaciones -que dirigía Ángel González Bedriñana, de la F.A.I.-
la propaganda destinada a las tropas franquistas y las poblaciones en su
poder. Y como el programa era ambicioso, se proponía realizar emisiones
infantiles, otras dirigidas a hospitales y reportajes sobre el mundo laboral.
Cuenta
Álvarez Palomo que también se ensayó con éxito el lanzamiento de material
propagandístico en los frentes de batalla con el auxilio de cohetes, técnica no
utilizada hasta entonces; estableciéndose a la par un servicio permanente de Altavoz del Frente. Igualmente, se tuvo
proyectada una Biblioteca Circulante del
Frente que, organizada con un criterio al margen de partidos, contaría con
los lotes incautados en la provincia por la Comisión de Bellas Artes
-dependiente del Departamento de Propaganda-, y la preparación de una brigada teatral de acuerdo con el
Comisariado de Guerra, cuya dirección se encargó al recitador Luis Iniesta.
No
sabemos el alcance real y efectivo de tales propósitos, que incluían, asimismo,
la adquisición, por suscripción popular y la “cesión” de un día de haberes de
los trabajadores, de un avión para el servicio postal -a semejanza
de lo que ya había hecho el gobierno llamado de Euzkadi- con el objetivo de
regularizar las necesarias comunicaciones con el extranjero y con la España leal. No es de extrañar la dificultad
que tenía Ortega para poder coordinar sus actividades con la Dirección General
de Propaganda del Ministerio de Estado, por ejemplo.
Por
la prensa sabemos que todo se retrasó más de lo previsto, y no fue hasta el 9
de marzo de 1937 cuando el Departamento inauguró el servicio de su propia
emisora (Radio P.F.P.), en onda
extracorta con frecuencia de 1.750 kilociclos. Emisiones informativas y de
comentario que comenzaban a las siete de la tarde y cerraban a las once y media
de la noche con noticias de la marcha de la guerra. A través de la
documentación de archivo conocemos que sus emisiones gustaron al Director
General de Comunicaciones de Euzkadi
y que se oían en Inglaterra. Emisiones interferidas, por el contrario, desde el
centro de España y que Radio Falange
de Valladolid combatió en las ondas.
* * *
Otra
de las facetas no descuidadas por el Departamento de Ortega fue el cine, medio
eficaz como instrumento de influencia en las multitudes. Noticiarios y
películas soviéticas de realismo social
o arte proletario, como se decía
entonces, que en absoluto eran del agrado de Ortega pero que, a falta de otras,
constituían la propaganda en Asturias del cinema de contenido social y
revolucionario.
El
Departamento solía realizar con antelación proyecciones privadas en el Teatro Robledo, y para ello invitaba a
pases nocturnos a todos los jerarcas de
las organizaciones sindicales y políticas del Frente Popular gijonés. Filmes
que después la Consejería de Propaganda proyectaba una y otra vez, aquí y allá,
conscientes de su papel en las masas y en los batallones. Era, sin duda, el
complemento propagandístico a la contribución militar de la Rusia de Stalin y
que distribuía la Sección de Propaganda Cultural del Ministerio de Instrucción
Pública, en manos del Partido Comunista
de España.
Una
ojeada a la prensa editada en Gijón durante la guerra nos proporciona una
llamativa relación de filmes: Chapaieff,
el guerrillero rojo; Nosotros, los de
Cronstadt; Golpe por golpe; La última noche o Todo por la patria, lema también cuartelero de la Guardia Civil y
que supongo a nadie se le habrá escapado. Y más les sorprenderá si les digo que
su estreno, en el teatro Dindurra el 30 de enero de 1937, fue precedido con un film documental en el cual hizo uso de
la palabra el hijo “de la camarada La
Pasionaria”.
Películas
que tuvieron cierto impacto, cuando el fervor revolucionario todavía no había
decaído. Producciones soviéticas de alto contenido político y exaltación de
comportamientos ejemplarizantes, que las organizaciones comunistas de
Gijón -las vinculadas al PCE y afines-
se volcaron en difundir y promocionar.
El
Departamento de Ortega asumió asimismo la coordinación de la actividad gráfica:
los carteles murales, la confección de tarjetas postales, sellos y otros
productos de imprenta, incluidos los billetes o los distintivos metálicos para
quienes trabajaban en fortificaciones. Para ello se colectivizaron las empresas
existentes hasta concentrarse en dos talleres, con el objetivo doble de
optimizar recursos materiales y humanos. Los carteles aparecieron entonces con
el nombre genérico de Control de
Litografía. Algunos llevarán luego el distintivo P.F.P. del Departamento. No fueron muchos los carteles que se
realizaron, pero sí importantes los artistas que desde el primer momento
colaboraron: German Horacio Robles
-diseñador también de los belarminos-, cuyo cartel más conocido
acaso sea el titulado “Campesinos, dad vida a la tierra”; Marola, autor entre otros del que representa un mapa de España que
sostiene un faro y que alguna que otra vez todos hemos visto; Goico Aguirre,
Mariano Moré y Meana.
* * *
A
mi modo de ver, uno de los proyectos más logrados de Ortega fue la publicación
del periódico Enlace, un semanario de
trinchera editado por el Departamento de Propaganda y que se hacía llegar a los
frentes, a los milicianos, “nexo entre la vanguardia y la retaguardia”. Un
complemento del denominado Altavoz del
Frente, unidad móvil de música e himnos, romances y palabras, instalada en
un camión y utilizado como elemento de difusión entre los batallones propios y
como pretendido instrumento de desmoralización del enemigo, durante las noches.
Testigos de época señalan su utilización frecuente en el sitio y asedio de
Oviedo.
El
primer número de Enlace lleva fecha
de 3 de mayo de 1937 y el último de 10 de julio. En total diez números son los
que se conservan. Los dos primeros tienen ocho páginas y los siguientes doblan
el formato pero se reducen a cuatro páginas. Se sabe que fue distribuido por
los oficiales informadores y por los comisarios políticos.
“Ante ti” son las dos palabras que capitanean
una escueta presentación:
“Salud miliciano.
Sean estas palabras las justas, las que te digan a secas la verdad cordial con
que nos acercamos a ti en estos momentos de lucha. Queremos hacer un periódico
que te hable de realidades. Que te estimule. Que te oriente. Que te haga ver
los aspectos positivos de nuestra causa, en una proyección lo más clara
posible. De un modo honrado. Odiamos la mentira y la farsa. Es este odio el que
nos une a todos nosotros en un mismo afán de verdad, de cosas concretas, de
vida mejor para el hombre y de elevación del hombre en una fraternidad justa y
digna”
Y
termina:
“Nada más camarada. El periódico
está en tus manos. Las palabras de presentación huelgan. Salud”
En
sus páginas colaboró el infatigable dibujante ovetense Faustino Goico Aguirre,
con historietas mudas que hablaban por sí solas, y más raramente el pintor
Germán Horacio y el periodista Juan Antonio Cabezas, con temas de actualidad.
Encontramos también romances de Juan Manuel Vega Pico, de Pelayo Mori, de
Ovidio Gondi y de Germán Bleigber. Otros artículos sin firma o con pseudónimo
presentan cierta calidad literaria.
Son
secciones casi habituales La página del
Miliciano, sobre consejos militares e higiénico-sanitarios o simplemente
colaboraciones desde el frente; y Del
parapeto, papeles de un Miliciano, que recoge aportaciones literarias
anónimas. No faltan tampoco las innumerables consignas guerreras ni un resumen
de diversos comentarios internacionales radiofónicos emitidos por la emisora
del Departamento -o recogidos de agencias- en la sección De jueves a jueves. Tampoco las noticias de literatura
antifascista, los chismes o la
intoxicación informativa para contrarrestar la información enemiga.
Pero
las dificultades superaron a las intenciones de perpetuarse. No podía ser de otro
modo. La escasez de papel y otras dificultades materiales dieron pronto al
traste con la publicación. Otras eran las urgencias: Vizcaya había caído ya en
junio y estaba en poder de los sublevados.
Fue
Enlace –según Juan Carlos García Miranda, estudioso
de la prensa de guerra asturiana- una
publicación más literaria que teórica, un estímulo para la creación literaria
de los soldados, con sus concursos de cuentos o novelas breves, de estampas de
guerra a modo de crónicas, o de romances. Sin duda, se palpaba la intervención
directa de Antonio Ortega en su diseño.
* * *
Personalmente
participó Antonio Ortega en numerosos y variados actos públicos relacionados
con sus propios cargos, tanto institucionales como de partido, en el intento
vano de normalizar la vida cotidiana en todos sus aspectos y manifestaciones.
Sería prolija y molesta una simple enumeración.
De
entre todos destacaríamos su participación el día 13 de enero de 1937 en el
acto de homenaje al poeta granadino Federico García Lorca organizado por su
Departamento y el Ateneo Obrero de Gijón en el Teatro Robledo. Tal jornada constituyó un clamoroso éxito con la
intervención de grupos escénicos que interpretaron Mariana Pineda y Bodas de
sangre, y con la brillante disertación de Luis Álvarez Piñer, secretario entonces
de la Consejería, que concluyó lamentando que la vida “nos urja hoy demasiado y
no podamos pararnos a mirar quien cae”. Dado el éxito alcanzado, el propio
Ortega propuso que el espectáculo se repitiese por el resto de la provincia.
El
día 30 de enero participó en el ciclo de conferencias organizado por la F.U.E. de Asturias en el salón social de
la agrupación estudiantil de la calle de Cabrales, con una charla
significativamente titulada: “Propaganda”.
Poco
tiempo después participó en la apertura del curso escolar en el instituto
Jovellanos en fecha tan tardía como marzo de 1937, en una jornada que tuvo
lugar en la antigua Escuela de Trabajo y en el antedicho Teatro Robledo. Acto público en el que tomó la palabra como
profesor del claustro, junto con Julio César Morán -dirigente de la F.U.E.-, el profesor y poeta Luis Álvarez Piñer y Juan Ambou
Bernat, a la sazón consejero
-entonces- de Instrucción
Pública.
Efectivamente,
Ortega se había incorporado al instituto Jovellanos por orden de la Consejería
de Instrucción Pública de 3 de marzo de 1937, confirmada luego por disposición
del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Dadas las anormales
circunstancias en que se encontraba la segunda enseñanza en la región
asturiana, originadas por la falta de comunicaciones, número de refugiados y
escasez de personal docente, las autoridades del Estado aprobaron la propuesta
de profesorado realizada por el consejero Juan Ambou Bernat para los institutos
asturianos. A Ortega se le integraba como profesor en el Jovellanos gijonés,
así como a José Benito Álvarez-Buylla y a Faustino Miranda, entre otros. A
Eleuterio Quintanilla se le nombraba auxiliar interino. En verdad desconocemos
el alcance práctico de tales disposiciones, que sospechamos inefectivas o nulas.
Será
también Antonio Ortega quien organice el gran acto de homenaje y solidaridad
con Euzkadi, que tuvo lugar en la
noche del día 23 de mayo en el teatro Dindurra
y en el que tomaron parte oradores de todos los partidos y organismos
sindicales afectos al Frente Popular.
* * *
Su
preocupación por la cultura en general, y por el arte en particular, queda
reflejada en diversas iniciativas. Destacan, entre ellas, las dos ediciones de
las Exposiciones Populares de Arte.
La primera inaugurada el día 14 de abril, fiesta nacional republicana, en los
locales del Ateneo Obrero, con la exhibición de cincuenta obras -entre dibujos, pinturas y esculturas- recogidas por la Comisión de Bibliotecas y
Museos de Asturias. La segunda inaugurada el día 6 de mayo y organizada también
por el Departamento de Propaganda con la colaboración de la Consejería de
Instrucción Pública y la Comisión de Bibliotecas.
Ortega aprovechó aquella ocasión para proponer la transformación de las Consistoriales en Museo Provincial de Artes y Biblioteca Pública, trasladando, para ello, las obras de arte que estaban depositadas en la casa rectoral de la iglesia de San Pedro. Ha de recordarse que el Ayuntamiento gijonés -ahora llamado Consejo Municipal-ocupaba dependencias del instituto Jovellanos. Son medidas que revelan a las claras el interés de acallar campañas tendenciosas por parte del enemigo, en el sentido del poco interés que mostraban las autoridades republicanas por conservar los tesoros artísticos y el patrimonio.
Ortega aprovechó aquella ocasión para proponer la transformación de las Consistoriales en Museo Provincial de Artes y Biblioteca Pública, trasladando, para ello, las obras de arte que estaban depositadas en la casa rectoral de la iglesia de San Pedro. Ha de recordarse que el Ayuntamiento gijonés -ahora llamado Consejo Municipal-ocupaba dependencias del instituto Jovellanos. Son medidas que revelan a las claras el interés de acallar campañas tendenciosas por parte del enemigo, en el sentido del poco interés que mostraban las autoridades republicanas por conservar los tesoros artísticos y el patrimonio.
Otro dato poco conocido de Ortega durante la Guerra Civil es el relevante papel que tuvo, como consejero de Propaganda, en la custodia de la imagen de la virgen de Covadonga al comienzo de las hostilidades y en los avatares posteriores de la Santina. Con decisión encomendó a Faustino Goicoechea Aguirre (Goico Aguirre), delegado de Bellas Artes, la tarea de recoger la imagen sagrada, con la garantía de una disposición legal que prohibía la apropiación o destrucción de objetos artísticos. Según testimonios de época, la imagen -junto con otras piezas de valor- fue trasladada en coche desde el santuario hasta Gijón para ser guardada en un armario del Ateneo Obrero, bajo la protección –aunque cueste creerlo- del sindicalista Eleuterio Quintanilla. Los detalles los recoge Juan Antonio Cabezas en su obra Asturias: catorce meses de guerra civil (1975) y los complementa -entre otros- el periodista Javier Cuervo Álvarez en un reportaje periodístico aparecido en el diario La Nueva España (Oviedo) en el año de 1999. Y así, la Santina pudo salvarse de la destrucción y formar parte de la exposición artística organizada por la Consejería de Propaganda que se exhibió en el mismo centro obrero, tras lo cual fue depositada en la denominada Casa Blanca de Gijón, sede del gobierno de Asturias. Eleuterio Quintanilla fue luego el encargado de depositarla en la embajada española en París, utilizando para su transporte un barco francés. Quintanilla aprovechó aquel viaje para no volver a Gijón y eso se le reprochó en su momento por parte de los correligionarios. Curiosamente, ya desde su exilio en Cuba, Ortega nos dejó su testimonio en un artículo aparecido en la popular revista Bohemia (1939) con el provocador título de “Cómo “robé” la virgen de Covadonga”, que sin duda tenía como objeto aclarar lo sucedido y poner fin a ciertos infundios.
Eleuterio Quintanilla |
Otro dato poco conocido de Ortega durante la Guerra Civil es el relevante papel que tuvo, como consejero de Propaganda, en la custodia de la imagen de la virgen de Covadonga al comienzo de las hostilidades y en los avatares posteriores de la Santina. Con decisión encomendó a Faustino Goicoechea Aguirre (Goico Aguirre), delegado de Bellas Artes, la tarea de recoger la imagen sagrada, con la garantía de una disposición legal que prohibía la apropiación o destrucción de objetos artísticos. Según testimonios de época, la imagen -junto con otras piezas de valor- fue trasladada en coche desde el santuario hasta Gijón para ser guardada en un armario del Ateneo Obrero, bajo la protección –aunque cueste creerlo- del sindicalista Eleuterio Quintanilla. Los detalles los recoge Juan Antonio Cabezas en su obra Asturias: catorce meses de guerra civil (1975) y los complementa -entre otros- el periodista Javier Cuervo Álvarez en un reportaje periodístico aparecido en el diario La Nueva España (Oviedo) en el año de 1999. Y así, la Santina pudo salvarse de la destrucción y formar parte de la exposición artística organizada por la Consejería de Propaganda que se exhibió en el mismo centro obrero, tras lo cual fue depositada en la denominada Casa Blanca de Gijón, sede del gobierno de Asturias. Eleuterio Quintanilla fue luego el encargado de depositarla en la embajada española en París, utilizando para su transporte un barco francés. Quintanilla aprovechó aquel viaje para no volver a Gijón y eso se le reprochó en su momento por parte de los correligionarios. Curiosamente, ya desde su exilio en Cuba, Ortega nos dejó su testimonio en un artículo aparecido en la popular revista Bohemia (1939) con el provocador título de “Cómo “robé” la virgen de Covadonga”, que sin duda tenía como objeto aclarar lo sucedido y poner fin a ciertos infundios.
También
peleó con éxito por la integridad y salvaguarda de la colegiata de San Juan
Bautista (adosada al palacio de Revillagigedo), a pesar de los intentos de
exaltados milicianos que pretendían incendiarla. La villa de Gijón, solamente
por este hecho, debería estar eternamente agradecida a Ortega.
* * *
Como
consejero de Propaganda, y una vez constituido el Consejo en Soberano
-a disgusto de Izquierda
Republicana, todo sea dicho- el día
24 de agosto, Antonio Ortega quedará integrado asimismo en la Comisión de trabajo del citado
Consejo -en situación terminal por las
circunstancias bélicas- encargada de los
asuntos concernientes a la “Justicia, Orden Público, Propaganda y
Comunicaciones”.
Ha
de recordarse que también era secretario general del Consejo de Asturias y
León, lo que obligaba a una tarea burocrática añadida y de alta
responsabilidad. Situación que alguna vez le ocasionó algún encontronazo, como
el sucedido en la reunión del día 12 de junio de 1937 con el consejero de
Comunicaciones, el ugetista y
comunista Aquilino Fernández Roces, que le acusó, sin fundamento, de enviarle
cartas en las que patentizaba ligereza y mala educación.
Falto
de humor, y con poco sentido de la ironía, este Aquilino -de profesión minero- no debía de aceptar de buen grado escritos
como el que Ortega le dirigió el día 1 de marzo solicitando la devolución de
dos aparatos radiorreceptores incautados
mediante solemne instancia dirigida “Al ciudadano Consejero de
Comunicaciones”, acompañada de otra certificación con póliza. No le faltaba a
Ortega socarronería, incluso en situaciones de tragedia.
* * *
Ortega
llevó una intensa vida social. Solía acudir a la tertulia que se formaba al
anochecer en la redacción del incautado diario El
Comercio -redacción y talleres de Avance desde enero de 1937- junto con Javier Bueno, Celestino Valdés, Vega Pico y Juan Antonio Cabezas, entre
otros, si hemos de dar crédito al
también tertuliano Carlos Martínez que, en la obra Al final del sendero (1990, 1ª edición), rememora esos instantes.
Al
referirse a una de aquellas tertulias, en vísperas de la azarosa evacuación de
Gijón, afirma que Juan Antonio Cabezas parecía empeñado en no ver o en hacer
creer que no veía la realidad del avance de las tropas franquistas por el
oriente de Asturias y –continúa- que
hacía de estratega optimista; que Javier Bueno guardaba un completo silencio,
roto de vez en cuando por afirmaciones sarcásticas de hombre decidido; mientras
que Antonio Ortega “salpicaba la charla con sus salidas llenas de gracia y de
ingenio”, no sin antes haber propiciado la evacuación de sus familiares y
allegados. Esto último lo añadimos nosotros.
Reunión del Consejo Soberano de Asturias y León en octubre de 1937 (Foto C. Suárez, MPA-Ayuntamiento de Gijón) |
Es
igualmente interesante recoger el hecho de que en la polémica acta de la última
y tensa reunión del Consejo Soberano de Asturias y León celebrada el mismo día
en que terminó la resistencia organizada
–el día 20 de octubre- aparece
reflejada la opinión de Antonio Ortega sobre el olvidado y escabroso asunto de
poner en libertad a los prisioneros fascistas
y de respetar, o no, la vida de
todos los presos. Y así, frente a las opiniones de los consejeros vinculados al
Partido Comunista de tomar medidas
extremas, se alza la voz de Ortega oponiéndose a cualquier clase de excesos,
argumentando la repercusión que para la precaria causa de la República pudieran
tener dichas medidas en el extranjero y aún en la propia España. Tal era su
talante en momentos tan trágicos y trascendentes.
Consecuentemente, fue uno de los últimos en abandonar Gijón por El Musel, embarcando, en la caótica tarde del 20 de octubre de 1937, en el pesquero Abascal que le llevó al puerto pesquero de Douarnenez, en la Bretaña francesa, tras cuarenta y ocho horas de penosa navegación y con José Maldonado de fogonero. Le acompañaban algunos miembros del Consejo Soberano de Asturias y León, aunque no todos. Un ejemplo de integridad moral para muchos correligionarios de Izquierda Republicana, personajes de relieve y magistrados, que habían huido en el gánguil Somo desde el puerto de Avilés días antes. Entre ellos, el fiscal de los tribunales populares Renato Ozores Álvarez-Quiñones, que aunque afiliado al partido de Azaña era a la vez abogado del Socorro Rojo Internacional.
Consecuentemente, fue uno de los últimos en abandonar Gijón por El Musel, embarcando, en la caótica tarde del 20 de octubre de 1937, en el pesquero Abascal que le llevó al puerto pesquero de Douarnenez, en la Bretaña francesa, tras cuarenta y ocho horas de penosa navegación y con José Maldonado de fogonero. Le acompañaban algunos miembros del Consejo Soberano de Asturias y León, aunque no todos. Un ejemplo de integridad moral para muchos correligionarios de Izquierda Republicana, personajes de relieve y magistrados, que habían huido en el gánguil Somo desde el puerto de Avilés días antes. Entre ellos, el fiscal de los tribunales populares Renato Ozores Álvarez-Quiñones, que aunque afiliado al partido de Azaña era a la vez abogado del Socorro Rojo Internacional.
El
día 25 de octubre, con un salvoconducto del consulado español en Nantes, salió -junto con los otros integrantes del Consejo
Soberano- en un taxi hacia Burdeos,
donde les esperaba Amador Fernández, que había venido de Barcelona. Desde
Burdeos regresaron a territorio español para continuar la guerra. Barcelona fue
su destino en principio. Luego a Valencia, donde -según María Elvira Muñiz- “como secretario del Consejo Soberano de
Asturias y León, remitió al gobierno un informe sobre la actuación de dicho
Consejo”.
Fachada principal y patio central y galerías del Instituto Maragall (La Vanguardia, 15 de diciembre de 1934) |
Ejerció
luego -desde diciembre de 1937- la docencia en el instituto femenino Maragall, en la calle de Provenza,
en pleno ensanche barcelonés. Centro
con edificio nuevo pero con escasos recursos y dirigido por un
comisario director no muy del agrado del claustro. Ocupó la Cátedra de Física y
Química y se encargó después de la de Agricultura. Tomó posesión de la plaza el
día 23 de diciembre de 1937. Su sueldo pasó a ser de 9.000 pesetas anuales, por
corrida natural de escalas de forma interina. Era uno más de los treinta
profesores que ocuparon las plazas de los colegas del citado instituto que
habían sido movilizados. Obviamente, ni los unos ni los otros siguieron en su
destino con la entrada de las tropas franquistas en la Ciudad Condal.
Parece
ser que después de ejercer la docencia cambió la vida civil por la militar,
pues en carta a Luis Amado-Blanco -de
febrero de 1939- hace repaso de sus
andanzas últimas y precisa que fue ayudante del general Sebastián Pozas Perera,
además de pertenecer al Comisariado General del Ejército de Tierra en los
últimos meses de la contienda, según se desprende de sus palabras.
Con
la caída de Cataluña, Ortega llega a Francia a pie por Le Perthus. Llevaba,
según nos desvela indirectamente en el capítulo autobiográfico de su novela Ready (1946), “una gabardina y un par de
pañuelos en los bolsillos por toda pertenencia”. España marchaba de España.
* * *
A
partir de aquí -con treinta y cinco
años- comienza una historia de huida,
camino del exilio permanente y el olvido.
Argelès-sur-Mer (Robert Capa, marzo de 1939) |
Si
hemos de hacer caso a las notas autobiográficas que veladamente deja caer en la
citada novela Ready, la llegada de
Ortega a Cuba fue una auténtica odisea. Pese a tener permiso de las autoridades
del Front Populaire para permanecer
en Francia durante dos meses, estuvo preso en un campo de refugiados del Sur de
Francia, situado cerca la frontera española
-en una playa no muy lejana de Le Boulou, probablemente Argèles-sur-Mer
o Saint-Cyprien- y vigilado por
compañías de tiradores senegaleses, tropas coloniales que contaban con la
pasividad cínica de las autoridades galas. Situación que soportó muy poco tiempo,
pues se escapó a nado una noche de marzo. Fue protegido por una ciudadana
francesa y luego, errante y huido de la policía, pasó un tiempo en Toulouse
para acabar recalando en Burdeos. Al parecer, trabajó en los viñedos durante
unos veinte días y cuando reunió dos mil francos se pagó un pasaje de tercera
en el vapor inglés Oropesa (II), de
la Compañía del Pacífico y llegó a La Habana el 24 de marzo de 1939. El
estudioso José Luis Requejo cita el nombre de San Luis, que hacía la ruta de América e iba abarrotado de judíos; sin
duda una equivocación, puesto que dicho buque alemán [MS Saint Louis] se acercó a La Habana dos meses más tarde.
El vapor inglés Oropesa (II) |
No
sabemos cuánto hay de novelesco en todo lo anterior, pero lo cierto es que a
fines de marzo de 1939 lo vemos recién llegado a La Habana. Las gestiones de
sus amigos comunes, ya instalados en Cuba
-Luis Amado-Blanco, Alejandro Casona y Rafael Suárez Solís-, habían dado
su fruto. Probablemente fue el odontólogo y escritor Luis Amado-Blanco quien le
remitió el pasaje.
Allí,
absorto todavía por el dolor de la guerra
-el dolor de todo un pueblo- y
por la fatiga de haber peleado treinta y dos meses por una causa que él sabía
de antemano perdida, se instala en el distrito Habana Vieja -calle Amistad, de dudosa moralidad según su Guillermo Cabrera Infante- con su rapaza
gijonesa, Asunción Huergo.
Dolor
atragantado en la procesión de los días de exilio y recuerdo, pues será asunto
recurrente y perturbador en su postrera producción literaria y periodística.
Cuentos de tema bélico como El evadido,
escrito en la revista Nuestra España
en diciembre de 1939, o La huida,
veinte años más tarde, son exponentes de lo que apuntamos. Igualmente, la
amargura de nuestra Guerra Civil y de todas las guerras quedará reflejada en
los ensayos periodísticos más reconocidos y premiados: Alrededor de la tragedia (1942), Primavera en Europa (1943) y El
dolor de la guerra (1944).
Pero
acaso sea el relato breve de argumento fantástico titulado La pluma blanca, escrito en
1956 (año precisamente de los sucesos de Hungría), cuento difícil para “hombres de poca imaginación” -en palabras del propio Ortega-, el que mejor
refleje su pesimismo burlón y su denuncia de todas las guerras. Una agitación
de conciencia que aconsejo lean cuando, no dentro de muchas fechas, sea
reeditado con otros cuentos suyos en una compilación que tiene ya dispuesta una
editorial sevillana volcada en la noble tarea de recuperar para nuestras letras
a los escritores emigrados forzadamente en 1939, entre ellos, Antonio Ortega
Fernández de la Granda.
* * *
© Todos los derechos
reservados
Autor: Jesús Mella
Título: “Antonio Ortega: en
la trinchera de las ideas”
Editorial: Ateneo Obrero de
Gijón (Ápel)
Lugar
y fecha: Gijón, 2004
Descripción
física: p. 22-35; 21 cm
Nota: Charla conferencia
en Centenario de
Antonio Ortega: jornadas de homenaje
ACTA DE LA ÚLTIMA REUNIÓN DEL CONSEJO
SOBERANO DE ASTURIAS Y LEÓN
Asturias en guerra
La guerra en el aire en Asturias
Constantino Suárez,
fotógrafo (1920-1937)
Oviedo Relieved (1936)
1936 - Spain, Bomb Damage In Oviedo
Franco's Drive On
Gijon (1937)
Asturias. Los restos de la contienda
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