domingo, 30 de septiembre de 2012

Trilogía de Alejandro Jaume Rosselló (1879-1937)


Una de las novedades más destacadas en el campo editorial isleño [Baleares, 2011] la representan los tres volúmenes dedicados al socialista mallorquín Alexandre Jaume Rosselló (1879-1937).


La obra es una coedición del IEB y Lleonard Muntaner, y además de los textos de Alexandre Jaume Rosselló y la edición al cuidado de Alejandro Font Jaume, consta de los prólogos e introducción de Josep Massot i Muntaner, Andreu Jaume Enseñat, José Bono Martínez y María Ballester Cardell.

El volumen primero, Alexandre Jaume Rosselló (1879-1937), se centra en la figura y obra de este socialista con raíces en Uruguay. Desde los aspectos biográficos hasta el pensamiento y praxis política se abordan en este primer texto, que nos ofrece, siempre con el hilo conductor de la vida de Jaume, una cuidadosa investigación histórica.


El volumen segundo, Escritos desde la prisión (1936-1937), recoge las palabras que el socialista escribió en prisión y consta de tres partes diferenciadas. En primer lugar nos encontramos con la correspondencia de Jaume con su familia; en el segundo apartado se recogen las notas que escribió a su abogado, y finalmente, un conjunto de pensamientos y sentimientos que el político vivió en el castillo de Bellver y que sin duda son un testimonio fundamental para el estudio de la represión franquista.

El tercer y último volumen, Impresiones de un Constituyente (1931-1933), es una recopilación de artículos sobre la actividad del Parlamento que Alexandre Jaume escribió desde Madrid en su época de diputado en las Cortes.






http://www.iebalearics.org/index.php?option=com_content&view=article&id=802:trilogia-dalexandre-jaume-rossello&catid=69:llibres&Itemid=99


http://lleonardmuntanereditor.com/





Alexandre Font Jaume
Alexandre Jaume Roselló (1879-1937)
Institut d´Estudis Baleàrics; Lleonar Muntaner, Editor
Obras Completas ALEXANDRE JAUME ROSSELLÓ, 1 (Dirección: Alexandre Font Jaume)
Palma de Mallorca, abril 2011; 400 pp. ; 24x16 cm
ISBN: 978-84-15076-54-4 [en catalán]

Alexandre Jaume Rosselló, una de las personalidades más destacadas del socialismo mallorquín, procedía de una familia de indianos que hizo fortuna en Uruguay, donde había nacido (Montevideo, 1879). De regreso a Mallorca recibió una esmerada formación y se preparó para lo que parecía su futuro: una carrera política en el partido liberal, de la mano de su tío Alejandro Rosselló. Pero su temperamento emotivo, sentimental, le empujó al socialismo como única vía efectiva para conseguir la redención de las clases desheredadas. En 1919 se afilió al PSOE y se convirtió en el primer intelectual con quien contó el partido en Mallorca, y sobre todo, en el primer burgués socialista y en el primer diputado por este partido cuando en 1931 ganó un escaño en las Cortes Constituyentes. Durante casi diecisiete años, mediante los artículos que publicaba sobre todo en El Obrero Balear, fue "el alma y el verbo", el ideólogo del socialismo de las Islas. En julio de 1936 fue encarcelado en el castillo de Bellver, y meses después fue fusilado con Emili Darder, Antoni Mateu y Antoni María Ques.
Este libro es el primer volumen de la edición de las obras completas de Alexandre Jaume, y se centra en la figura y la obra de éste, desde los aspectos estrictamente biográficos hasta los que inciden en el pensamiento y la praxis de la política .

ÍNDICE

PRÓLOGO, Josep Massot i Muntaner
INTRODUCCIÓN
CRONOLOGÍA DE ALEJANDRO JAUME ROSSELLÓ
I. EN TORNO A LA VIDA Y LA OBRA DE ALEXANDRE ROSSELLÓ
   1. Una vida al servicio de un ideal de redención
   2. La prisión y la muerte
   3. Teoría y práctica del socialismo de Alexandre Jaume
II. CORRRESPONDENCIA Y DOCUMENTACIÓN
   1. La personalidad de Alexandre Jaume. Los primeros años
   2. La República. Diputado a Cortes Constituyentes
   3. La insurrección de octubre y la crisis del PSOE
ABREVIATURAS UTILIZADAS
FUENTES CONSULTADAS
ÍNDICE ONOMÁSTICO


Alexandre Jaume Rosselló
Escrits des de la presó (1936-1937)
Institut d´Estudis Baleàrics; Lleonar Muntaner, Editor
Obras Completas ALEXANDRE JAUME ROSSELLÓ, 2 (Dirección: Alexandre Font Jaume)
Palma de Mallorca, abril 2011; 153 pp. ; 24x16 cm
ISBN: 978-84-15076-55-1 [en catalán y castellano]


La mañana del domingo 19 de julio de 1936 Alexandre Jaume merendaba tranquilamente en la terraza de la casa donde veraneaba, en el Puerto de Pollensa. Ignoraba que unas horas antes, en Palma de Mallorca, el comandante general M. Goded había declarado el estado de guerra. A las once de la mañana lo detuvieron, y comenzó un largo y cruel calvario. Alexandre Jaume fue encarcelado en el castillo de Bellver, donde permaneció la mayor parte del tiempo incomunicado hasta que, enfermo, la tuvieron que ingresar en el Hospital Provincial. Un consejo de guerra lo condenó a muerte, junto con Emili Darder, Antoni Mateu y Antonio Maria Ques, y se formalizó así una sentencia que había sido dictada desde el principio. Los fusilaron en la madrugada del 24 de febrero de 1937 en las tapias del cementerio de Palma.
En este segundo volumen de las obras completas de Alejandro Jaume se recoge todo lo que el político escribió desde la cárcel: la correspondencia, sobre todo con la familia; unas notas a su abogado, Lluis Alemany, con instrucciones sobre la defensa; y Mi Calvario, un conjunto heterogéneo de notas en el que Jaume desgrana los pensamientos y, sobre todo, los sentimientos que le provocan la prisión y la guerra civil, y que constituyen un testimonio único sobre la vida en el castillo de Bellver.

ÍNDICE

PRÓLOGO, Andreu Jaume Enseñat
INTRODUCCIÓN, Alexandre Font Jaume
Primera Parte CORRESPONDENCIA
   1. Correspondencia de Alexandre Jaume
   2. Documentación complementaria
Segunda Parte NOTAS EN TORNO AL PROCESO
   1. Documentos
   2. Documentación complementaria
Tercera parte MI CALVARIO
   1. Apuntes
   2. Bosquejo
FUENTES
BIBLIOGRAFÍA CITADA
ÍNDICE ONOMÁSTICO


Alexandre Jaume Rosselló
Impresiones de un constituyente (1931-1933)
Institut d´Estudis Baleàrics; Lleonar Muntaner, Editor
Obras Completas ALEXANDRE JAUME ROSSELLÓ, 3 (Dirección: Alexandre Font Jaume)
Palma de Mallorca, abril 2011; 327 pp. ; 24x16 cm
ISBN: 978-84-15076-56-8 [en castellano y catalán]


Impresiones de un Constituyente (1931-1933) es una recopilación de artículos sobre la actividad del Parlamento que Alexandre Jaume Rosselló escribió desde Madrid, cuando era diputado a Cortes. Estos textos nos ofrecen una perspectiva clara y sencilla de la configuración del Estado republicano, desde el perfil de los grandes protagonistas de los debates parlamentarios (S. Alba, Gil Robles, F. de los Ríos, Indalecio Prieto, los curas de las Cortes, las mujeres del Parlamento y otros) hasta el boceto de los fundamentos del Estado: la separación de la Iglesia y del Estado, los sistemas parlamentarios, la reforma agraria y el concepto de propiedad, la administración de justicia y la elección del presidente, entre otros.
El libro tiene una doble finalidad, didáctica y propagandística: acercar el nuevo régimen a la sociedad isleña, entonces conservadora y poco partidaria de los cambios, y defender la participación del PSOE en el gobierno de una República democrática pero burguesa. Impresiones de un Constituyente (1931-1933) incide también muy directamente en el fomento de un socialismo de tipo estatal, alejado de particularidades locales, compatible con una conciencia clara de la identidad catalana de las Islas y la defensa de una autonomía a la cual se debería llegar por pasos, de acuerdo con la madurez del pueblo.

ÍNDICE

PRÓLOGO, José Bono Martínez
INTRODUCCIÓN, María Ballester Cardell
LA EDICIÓN DE IMPRESIONES DE UN CONSTITUYENTE (1931-1933), Alexandre Font Jaume
IMPRESIONES DE UN CONSTITUYENTE (1931-1933)
- [HACIA MADRID. LA REPÚBLICA Y BALEARES]
- SILUETAS PARLEMENTARIAS
- TEMAS CONSTITUCIONALES
- PRESUPUESTOS DE LA REPÚBLICA
- [DEFENSA DE LA REPÚBLICA Y DEL SOCIALISMO]
- FIGURAS PARLAMENTARIAS
- LABOR DE LOS MINISTROS SOCIALISTAS
- [EL SOCIALISMO Y LAS CONSTITUYENTES]
- CONCLUSIÓN
- ÍNDICE ONOMÁSTICO

[N.B.: En el proyecto de edición de las Obras Completas de Jaume se tiene previsto que el volumen 4 se dedique a la redición de La insurrección de octubre. Cataluña, Asturias, Baleares; y el volumen 5 al resto de artículos periodísticos. Además, hay intención de añadir un sexto volumen titulado Alexandre Jaume Rosselló y su tiempo 1879-1937, un libro de homenaje coordinado por Alexandre Font.]

http://www.fpabloiglesias.es/archivo-y-biblioteca/diccionario-biografico/biografias/11040_jaume-rosello-alejandro
http://possessionsdepalma.net/index.php?option=com_content&view=article&id=250&Itemid=15
http://www.raco.cat/index.php/CuadernosDerecho/article/viewFile/175361/243759
http://www.foroporlamemoria.info/2009/11/%E2%80%9Ccronica-duna-infamia-el-proces-contra-emili-darder-alexandre-jaume-antoni-mateu-i-antoni-maria-ques%E2%80%9D/

El crucero acorazado italiano San Giorgio en la bahía de Palma de Mallorca durante la Guerra Civil (diciembre 1936)

sábado, 15 de septiembre de 2012

Odisea en la revolución *

Instantánea de la Plaza de Santullano antes de la toma por el Ejército de la Fábrica de Armas
 de Oviedo en octubre de 1934 (Mundo Gráfico, 15/01/1936)

El angustioso regreso a casa de Miguel Bañuelos
en octubre de 1934

Jesús Mella 

Ocurre con cierta frecuencia que las cartas al director que se insertan en los diarios suelen ser más interesantes para los lectores que los editoriales o noticias que dichos diarios recogen sobre un hecho o circunstancia concretos. Y sucede, de igual modo, que algunas historias personales reflejan mejor que un tratado de historia el alcance de lo ocurrido en una tragedia colectiva o acontecimiento significativo. Tienen, en esos casos, la principal virtud de sintetizar y esclarecer; además de la emoción, si son inmediatas o cercanas a los hechos y escenarios. Y es que la historia es, en cierto modo, una suma de biografías, de historias menudas.

La casualidad ha hecho que haya llegado a nuestras manos una curiosa carta fechada en Oviedo el día 28 de octubre de 1934, jornadas después de los sucesos  que hicieron estremecer la capital asturiana al frenesí de un revolucionarismo impetuoso. Dicha carta, de carácter comercial, está salpicada de datos y detalles que la hacen superadora de algo meramente anecdótico para convertirse en un estimable documento histórico, pues se complementa con un escrito de indudable valor testimonial, añadido tres días después a manera de crónica. En las dos piezas, Miguel Bañuelos Areta se dirige a una empresa gaditana del ramo de vinos y licores dando todo lujo de detalles sobre sus vicisitudes y las de su familia, para hacernos un apunte rápido de aquellos días que impresionaron a la sociedad española. Tal carta es el pretexto perfecto para que buceemos en un pasado viejo que aún nos pertenece.

A Miguel Bañuelos Areta, riojano de nacimiento y vecino de Oviedo, los sucesos revolucionarios de 1934 le sorprendieron lejos de casa. Se había desplazado a Barcelona en excursión organizada. Los familiares –su mujer, Julia Gobantes del Val, y cuatros hijos de corta edad-  permanecieron en el domicilio del barrio de Santullano (también llamado de San Julián de los Prados), donde estaban establecidos desde hacía años.

Bañuelos tenía hogar y negocio en el número dos de la calle Isla de Cuba, calle sin asfaltar y de reciente trazado, que lindaba con el sur del Cuartel de Pelayo, sede del Regimiento de Infantería nº 3. Era un edifico de cuatro plantas, cuyo bajo era ocupado por dos viviendas: la propia de Bañuelos y la de un guardia civil con familia numerosa. Agente comercial matriculado, para su actividad contaba Bañuelos con apartado de correos, teléfono y dirección de telegramas y telefonemas. Operaba con cuenta corriente en los bancos Herrero, Español de Crédito y Popular de los Previsores del Porvenir, una entidad de pretensiones modestas que aspiraba a recoger el ahorro de las clases medias y bajas, combinando su labor con la de aseguradora. La cartera de pedidos de Bañuelos  -que actuaba como representante y consignatario-  atendía al gremio de comerciantes de comestibles, de tiendas de ultramarinos, bodegas, bares, y hostelería en general.

A pesar de no contar con vehículo, estaba bien relacionado y mantenía constante comunicación con los provisores. Entre los destacados, y de confianza, figuraba la firma Antonio Romero Valdespino y Hno., una de las mayores y más antiguas bodegas de Jerez de la Frontera, proveedora histórica de la Casa Real y de la Real Casa sueca desde 1932.

Entre su clientela ovetense figuraba la Cooperativa Ferroviaria de Consumo La Constancia, sucursal de la Cooperativa Ferroviaria del Norte (Madrid) que tuvo domicilio en la calle Uría, nº 76;  la Casa Serrano del Anís de la Asturiana; Mantequerías Arias, con sucursal de venta en la calle Uría, nº 36; Manuel Álvarez Laviada (c/ Fierro); Ramón Rodríguez (c/ Castelar); Ramón Álvarez, de la Argañosa; y Adolfo Corrales, dueño de una tienda de comestibles finos en la calle San Antonio, nº 12, y antiguo dependiente de la razón Vda. de Manuel de la Venta Cardín.  

Miguel Bañuelos Areta
[Archivo Jesús Mella, procedencia familiar]

Bañuelos compaginaba la actividad profesional con su pasión: viajar. Pertenecía a “una peña excursionista apolítica”  -según sus propias palabras-  del mismo barrio de Santullano, en la que semanalmente cada socio depositaba una modesta cantidad para realizar una excursión anual con el fin de conocer diferentes rincones de España. En una de las salidas (octubre de 1934), el grupo excursionista  -como hemos dicho-  había llegado a Barcelona en autocar, sorprendiéndoles el día 5 la huelga general pacífica, que derivó, a la mañana siguiente, hacia una solución improvisada y segregacionista: la proclamación del Estado catalán dentro de una República federal (6 de octubre).  Un movimiento netamente nacionalista –un entretenimiento de señoritos al decir de un conspicuo socialista-,  muy diferente al de Asturias, que tuvo carácter eminentemente proletario. 

Ante los acontecimientos, inmediatamente decidieron retornar a casa por Lérida, Huesca, Jaca, Pamplona, Vitoria y Bilbao. Presagio de una auténtica pesadilla. En Lérida, la Alianza Obrera vivió un gran protagonismo ante la inacción de ERC, y piquetes armados ocuparon puntos estratégicos de la ciudad, levantándose barricadas. “En Lérida nos detuvieron los revolucionarios dando gracias a que como digo – nos cuenta Bañuelos-  era apolítica la excursión habiendo entre nosotros desde elementos de derechas hasta socialistas y éstos, que eran 5, con sus carnets pudieron conseguir que nos diese un pase la Alianza Obrera”. Al llegar a Huesca las fuerzas de Asalto les quitaron el pase y les ordenaron seguir ruta. Bañuelos prosigue: “En Huesca nos acordonaron las fuerzas de Carabineros y Guardia Civil el hotel al saber que éramos de Oviedo, noticiosos de las cosas que pasaban en Oviedo. Al fin yo como militar retirado pude conseguir un pase para circular en el Gobierno Militar”, justamente el centro en el que habían sido juzgados en consejo de guerra sumarísimo y condenados a muerte los capitanes Galán y García-Hernández en diciembre de 1930.

Despliegue de los guardias de asalto en Bilbao (octubre de 1934)

El paso por Pamplona y Vitoria fue tranquilo. En Navarra y en Álava la insurrección tuvo escasa repercusión, incluso en Vitoria, donde la huelga fue sólo parcial y no secundada por la CNT. Pero al llegar a Bilbao, como era de noche, los excursionistas no pudieron entrar, viéndose obligados a pasar de largo por la capital vizcaína a la mañana siguiente. En Bilbao capital, pese a elevarse a dieciséis el número de muertos, la huelga  -que se mantuvo hasta el día 12- había sido pasiva y sin respaldo ciudadano, cesando los actos violentos el día 8. No así en el cinturón industrial y en la zona minera vizcaína, donde tuvo un marcado carácter insurreccional, aunque las medidas preventivas del gobernador Ángel Velarde frustraron la revolución casi desde el comienzo. “Más adelante  -continúa el relato de Bañuelos-  en Somorrostro al intentar apartar unos árboles en la carretera los revoltosos quisieron coparnos desde las montañas y gracias como digo a los que llevaban carnet de la U.G.T. nos ayudaron a quitar los árboles y obligaron después a ponerlos y continuamos viaje”. Pese a lo que pudiera parecer, los mineros de Somorrostro actuaron en general con sorprendente pasividad, disuadidos  -sin duda-  por las acciones contundentes de las fuerzas gubernativas.

Al pasar por los distintos pueblos, Bañuelos y sus compañeros eran obligados a levantar el brazo con el puño cerrado como los revolucionarios. Entrados ya en Cantabria, por la ruta costera, llegaron a Ontón, donde en los primeros días de la revuelta se habían asaltado varias casas y desarmado a los guardias de las minas. La carretera estaba cortada con barricadas y bajo control revolucionario. En un exceso de celo, el audaz médico de dicha localidad “dijo a las mujeres que no hacíamos el saludo bien y nos detuvieron éstas con hoces en la mano dispuestas a cortarnos el cuello, colocándonos dos bombas debajo del coche que por un milagro no nos volaron”. Por medio de razones, y los “milagrosos” carnets de U.G.T., dejaron paso a la expedición ovetense, que no se sintió tranquila hasta llegar a Castro Urdiales, cabeza del municipio, ya en poder de la Guardia Civil, después de tensos enfrentamientos en las primeras jornadas.

El movimiento revolucionario, más atento a conveniencias partidistas que a otra cosa,  apenas tuvo consecuencias en la zona más oriental de Asturias. Sólo a partir de Arriondas y hacia Pola de Siero se fue generalizando la actuación de los insurgentes, quienes se apoderaron de varios lugares.  Bañuelos y sus compañeros de viaje alcanzan Villaviciosa, donde la benemérita   -que había batallado arrojadamente contra los mineros en Nava, Infiesto y otras localidades- les dice que no pueden continuar a Oviedo hasta que las tropas gubernamentales no tomen la ciudad, pues seguía en manos de los revolucionarios. Ante las noticias alarmantes de la capital asturiana “y pensando en mi mujer y mis hijos  -nos dice Bañuelos-  manifesté a los excursionistas que yo me iba a pie los 40 km. que me separaban de Oviedo y si había alguno que me acompañaba”; y continúa: “Vinieron dos de la U.G.T. conmigo y a mitad del camino nos apresaron los revoltosos y para identificarnos nos llevaron al comité de Pola de Siero entre dos fusiles, y cuando nos estaban reconociendo tiró una bomba un aeroplano que milagrosamente no nos mató puesto que los cascos pasaron por nuestro lado”. Pola de Siero había caído el día 6 en poder de los rebeldes, constituyéndose un Comité revolucionario en el Ayuntamiento, que implantó una suerte de régimen sovietista y decidió la quema de todos los archivos y la voladura  del templo parroquial. La villa polesa recobraría la tranquilidad el miércoles día 17.

Con un pase que les dieron los revolucionarios llegaron a Oviedo, “y –confiesa -  menos mal que no se enteraron que yo era militar porque me hubieran obligado a ponerme al frente de ellos. Mas como mi casa era la línea de combate no pude acercarme, máxime que mis informes eran de que habían evacuado los vecinos todos del barrio [Santullano] y no sabía donde dirigirme para buscarlos y permanecí en casa de un compadre hasta que entraron las tropas cuando al llegar a casa los encuentro y me dicen que no habían salido de ella.” Tal casa era la de su amigo riojano Ildefonso Martín Torre y su mujer Victorina Muela, matrimonio con tres hijos.

Aurelio de Llano en  Pequeños anales de quince días. La revolución en Asturias (1935) nos cuenta en ese mismo sentido: “Día 14.- Es domingo. Se celebran misas en algunas iglesias. Los vecinos de varias zonas de la ciudad ignoran que han llegado aquí las tropas y siguen refugiados en los sótanos y en las habitaciones interiores de los pisos, sin atreverse a asomarse a la calle”.

Sobre un croquis de Aurelio de Llano se señala la vivienda de M. Bañuelos en Santullano
(Oviedo, 1934)

Sin duda, el susto debió ser mayúsculo cuando Bañuelos vio el riesgo que había corrido su familia. El barrio de Santullano –entre el Cuartel de Pelayo y la Fábrica de Armas de la Vega- fue escenario de sucesos graves y encarnizados combates con fuego cruzado. Recordemos que desde la Quinta de Velarde, detrás de la iglesia de San Julián de los Prados, un cañón Ramírez de Arellano disparaba sobre la Fábrica de Armas, al mismo tiempo que los cañones situados en el monte Naranco lo hacían sobre el Cuartel de Pelayo.  Los revolucionarios, que tomaron la Fábrica el día 9, pusieron sitio al citado cuartel -que estaba al mando del tibio comandante Benito Vallespín-  con las numerosas armas incautadas; además de cañonearlo con un Schneider de 10,5 desde la entrada del establecimiento armero.  Por otra parte, el sargento Diego Vázquez  -desertor del Regimiento de Infantería nº 3 y que lideró la toma de la Fábrica- acudió el día 11 con un grupo de 38 prisioneros para ponerlos delante de una columna revolucionaria que atacó dicho cuartel con cartuchos de dinamita, entre tanto a los prisioneros los tenían en la calle al abrigo de las casas colindantes. Por si todo ello fuese poco, cuando el general López Ochoa llegó a la puerta del cuartel –donde incomprensiblemente se habían atrincherado casi 900 hombres-  en la tarde-noche de aquel día 11, le hacen fuego desde dentro, creyendo que se trata de una columna de revolucionarios disfrazados: “Hay un momento  -escribe Aurelio de Llano-  de gran confusión. Al mismo tiempo los rojos disparan desde las proximidades de la plazuela de Santullano. Los soldados contestan con fuego certero, caen varios revolucionarios muertos. Y de la columna de prisioneros mencionada arriba, murieron el canónigo señor Baztán, cuatro guardias de asalto y un guardia municipal.” Poco después,  el día 12, las fuerzas del cuartel de Pelayo  y los veteranos del Tercio y de los Regulares –al mando del coronel Juan Yagüe-  comenzaron a ocupar los alrededores del edificio y se encaminan a asaltar la Fábrica de Armas, que es bombardeada desde el aire por 6 aviones para desalojar de ella a los insurrectos. Una vez tomada, cesó en absoluto el tiroteo en la zona baja de la población. Aurelio de Llano tuvo la paciencia de contar el número de cañonazos que alcanzaron el cuartel: doscientos veintiocho, sin contar los del tejado.

Personal de la Cruz Roja traslada cajas mortuorias delante de la Fábrica de Armas de Oviedo
(Mundo Gráfico, 15/01/1936)

Había pasado la tormenta, pero las cenizas de la tragedia todavía humean. Nada más llegar a Oviedo, Bañuelos se dirige a la empresa A. R. Valdespino para responder a correspondencia y gestiones atrasadas, y comenta con dramatismo los desmanes y excesos cometidos: “Aquí sufrimos dos razias, una la de los mineros y después otra por los del Tercio y Regulares. En esta última murió el Sr. Fernández que le digo arriba y le saquearon la tienda”; y continúa relatando los actos de pillaje: “Por las afueras hemos sufrido estas vicisitudes. En mi casa también hubo razia y menos mal que no se metieron con las personas. Como vivo en un bajo (ya conoce la situación de mi casa el Sr. Hurtado [viajante de la firma jerezana]), tengo en la trasera de la casa, una despensita donde almaceno para el invierno, conservas vegetales, legumbres secas, patatas, etc. En esta despensa tenía el barril de amontillado de Vds. Y al terminar los sucesos nos encontramos que habían desvalijado la despensa. El barril se lo llevaron con casco y todo y no sé que habrán hecho de él”. Y precisa los peligros: “Esta casa estaba en la línea de combate entre dos fuegos habiendo recibido más de cinco mil impactos de bala de fusil, habiendo tenido mis familiares que estar 10 días tirados en el suelo con todos los vecinos de la casa en las habitaciones interiores de mi casa llegando a faltarles alimentos y agua. Digo mis familiares y no yo con ellos, porque me encontraba de viaje en Barcelona”. En el mismo sentido remacha: “Como le digo, desgracias personales no ha habido milagrosamente pues tanto, los cobijados en casa, como yo en mi viaje, estuvimos infinidad de veces con riesgo eminente de perder la vida”.  Pasados muchos años, su hija Julia Bañuelos Gobantes  -de 91 años de edad en la actualidad-  recuerda varias excursiones realizadas por la peña, especialmente ésta de octubre de 1934, y también  recuerda aquellos días sin pan, sin agua y sin luz, en los que la muerte surgía a cada instante en juego mefistofélico con la vida: “mi madre refugió a otros vecinos porque la situación de la casa era mejor y efectivamente se les terminó la comida y lo pasaron muy mal”.

En fin, concluye la carta: “Menos mal que Oviedo es rico y se reconstruirá pronto y mayormente no sufrirá el comercio pues quien más quien menos tenía sus reservas”. Predicción fallida, puesto que aquel Oviedo comercial, de nombres familiares, tan bien novelado por Dolores Medio en Nosotros los Rivero (1953)  -y estudiado por Carmen Ruiz-Tilve-  penará para nunca más volver.

El cuartel de Pelayo tras los sucesos revolucionarios

Efectivamente, los estragos revolucionarios de aquel octubre  -y los desafueros de la siguiente represión-  dejarán profunda huella en la memoria de Oviedo. Las populares fiestas de Santa Filomena –que se celebraban en Santullano-  jamás reaparecieron para ser las mismas. Ya entonces, en un excelente reportaje de Julio Romano para Mundo Gráfico, nos describe una ciudad apocalíptica: “En Oviedo hay muchísimas tragedias personales: cientos de mujeres que han perdido a sus maridos, hijos que han perdido a sus hermanos; comerciantes arruinados, industriales que ayer tenían negocios prósperos y hoy no tienen donde apoyar sus cabezas; hogares donde entró la tolvanera revolucionaria y se llevó a las personas y los ajuares, dejando a sus dueños en la indigencia; hombres y mujeres que no han podido soportar esta pesadilla y se han vuelto locos, y niños  -¡pobres niños!- que miran todavía a las gentes con ojos de espanto, como acabaran de salir del infierno…”

El propio Aurelio de Llano recoge en su impagable crónica el desolador aspecto de la capital asturiana: “El aire está saturado de olor acre. Los edificios más bellos y los comercios más ricos han desaparecido. Las calles están llenas de escombros humeantes, columnas rotas y cables aéreos de todos los servicios públicos. Muebles deshechos. Comercios saqueados y sus anaqueles destruidos. Cadáveres por un lado y por otro esperando que manos piadosas los recojan y cubran de tierra. Perros hambrientos escarban en los montones de basura. Casas ardiendo cuyos armazones se bambolean entre las llamas que se enroscan en ellos, hasta que pierden el equilibrio y caen envueltos en torbellinos de brasas. La Universidad convertida en cenizas… ¡La muerte por todas partes!”.  Indefectiblemente, los episodios revolucionarios proyectaron su sombra sobre la política española, y aceleraron el tiempo lento, sobrio y conservador  de aquel inefable Oviedo, que quedó desbordado. Fue el prólogo de una tragedia que se desarrolló poco después en un escenario global,  que quebró las frágiles ilusiones de una vuelta a la cordura.

Los historiadores suelen olvidar el sufrimiento de los hombres e incluso borran sus huellas. Las vidas anónimas no son fáciles de reconstruir pues es más lo que no está escrito. En tales casos, indagar se hace trabajoso para esbozar una escueta semblanza; pero esas vidas insignificantes para la historia académica tienen siempre algo que contar y, en ocasiones, una existencia y un pasado sorprendentes. El de Miguel Bañuelos es uno de ellos. Si en 1934 padeció una auténtica odisea, a partir del verano del 36 sufrirá un calvario de desdichas, que sólo el paso errante del recuerdo fue mitigando.


Soldados del Tercio confeccionan el rancho en un vivac tras la toma de Oviedo
(Mundo Gráfico, 14/11/1934; Foto C. Mendía)


MIGUEL BAÑUELOS ARETA

Nació en Briones (La Rioja) el 8 de mayo de 1891. Poco se conoce de su ingreso en la milicia. Perteneciente al cuerpo de Artillería, su primer destino fue Logroño. Se casó en 1919 y, poco después, llegó a la Fábrica de Armas de Oviedo. En la capital astur fue auxiliar administrativo de la Comisión de Movilización de Industrias Civiles de la VIII Región militar, siendo sus jefes directos los capitanes de Artillería J. Mª Fernández-Ladreda y Miguel Puebla. Al advenir la República se acogió a la Ley Azaña (1931). Pasó entonces a ser agente comercial matriculado. De convicciones republicanas, al comenzar la guerra se instaló con su familia a Gijón. De auxiliar de oficinas en el Comisariado de Guerra republicano pasó a las oficinas del Parque de Artillería, situadas en el “chalet de Nespral” (El Bibio), alcanzando entonces el empleo de capitán. Ramón Salas Larrazábal en su conocida  Historia del Ejército Popular de la República (1973) destaca por dos veces la presencia del capitán Bañuelos en los servicios de Artillería. Horas antes de la caída de Gijón (20/10/1937) huye por mar a Francia, para alcanzar Cataluña, a donde había llegado antes la familia, tras embarcarse en el vapor Stanmore el 4 de septiembre. Se reúnen en Cervera (Lérida). Bañuelos tuvo varias ocupaciones militares, siendo destinado durante un año a las oficinas del Parque de Artillería de Manresa. A comienzos de 1939 la familia se refugió en Francia y Bañuelos acabó, tras la derrota, en el campo de Sept-Fonts, cerca de Toulouse. Más adelante trabajó en la agricultura en el departamento de Cher, sin saber nada de sus allegados. Bañuelos y su familia acabaron recluidos  -en dos ocasiones diferentes-  en el campo de Argelés-sur-Mer (Pirineos Orientales). En enero de 1941 la mujer y los hijos pudieron retornar a España, mientras Miguel tomó camino del exilio hacia Venezuela (Caracas), donde de nuevo se rencontró con sus allegados en 1947. En 1957 el régimen de Franco indultó a Bañuelos, quien había sido condenado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas de Oviedo en 1940. Volvió a España en varias ocasiones, y en uno de los viajes falleció en Santa Cruz de Tenerife el día 24 de marzo de 1976. Allí está enterrado. Hoy viven aún sus tres hijas: dos en Costa Rica, y la mayor en Madrid (Julia).


*Una versión reducida de este artículo fue publicada en Atlántica XXII. Revista asturiana de información y pensamiento (Oviedo), nº 22, septiembre 2012, pp. 50-52.


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